La Faes de Aznar señala al “delfín” Illa

A cada gobernante le toca un tiempo que gestionar que marca su trayectoria y su legado. En un encuentro con estudiantes de la Universitat Ramon Llull moderado por Santi Vila y con Íñigo Urkullu como invitado, Artur Mas se lamentaba el martes de lo mucho que le costó llegar a la presidencia de la Generalitat para luego encontrarse con un panorama desalentador de recesión, recortes y austeridad. En efecto, cada momento favorece un tipo de liderazgo. Salvador Illa acompañó a Miquel Iceta en uno de los peores períodos para el PSC, dividido a causa del procés, y accedió al ministerio de Sanidad como enlace entre su partido y Pedro Sánchez, pero una pandemia lo encumbró de forma que su retorno a Catalunya le permitió competir por la presidencia de la Generalitat. Esta semana se cumple un año de aquellas elecciones cruciales y la Faes, la fábrica de ideas de José María Aznar, ha señalado a Illa como “delfín” de Pedro Sánchez.
El escenario de la sucesión del líder del PSOE fue enterrado después de los famosos cinco días de abril de 2024 y más aún cuando el presidente dejó clara su intención de volver a presentarse. El señalamiento de Faes a Illa solo busca ahondar en la desestabilización de los socialistas justo en el momento en el que afloran los mensajes de móvil entre Sánchez y José Luis Ábalos en los que el jefe del Ejecutivo no deja bien parados a algunos de sus ministros. De aquí a que se abra ese melón sucesorio pueden haber pasado muchas cosas. Lo único cierto es que ahora mismo Illa es un pilar para Sánchez, por lo que resulta coherente que Faes lo identifique como objetivo. En su último boletín esa fundación describe al líder del PSC como un independentista camuflado, más peligroso si cabe que aquellos que van de cara.
Se acaba de cumplir un año desde las elecciones catalanas que alumbraron el gobierno de Illa. La principal lectura que se hizo del resultado fue certificar el final del procés, puesto que por primera vez en bastantes años no había una mayoría independentista en el Parlament y solo era posible gobernar con una alianza que rompiera ese bloque que había dominado la política en Catalunya. Un año después, esa tendencia parece consolidarse, a pesar de que Illa gobierna en minoría y no ha podido aprobar sus primeros presupuestos. Pero la ausencia de una alternativa viable refuerza la posición del PSC.
Un regreso de Puigdemont podría suponer su ingreso en prisión unos pocos díasLos indultos primero, la amnistía después (aunque aún no aplicada en su totalidad) y los acuerdos con ERC y Junts permiten a Sánchez obtener unos resultados contundentes en Catalunya, incluso más allá de los contornos del socialismo. A ello hay que sumar la desorientación estratégica del independentismo, que poco a poco se ha ido despojando del discurso sobre la unilateralidad o las promesas de un referéndum para abrazar el pragmatismo, aunque sea con un lenguaje más agrio respecto al resto de España en el caso de los diputados de Carles Puigdemont en el Congreso. Según la última encuesta del CEO, el apoyo a la independencia se sitúa en su mínimo histórico en Catalunya: un 37%.
Tanto Junts como ERC mantienen los liderazgos del procés. Los republicanos acaban de salir de un congreso muy dividido, mientras que Puigdemont tiene que combinar un relato de exigencia implacable hacia los socialistas con acuerdos que le permiten, por ejemplo, colocar a personas afines en organismos dependientes de la administración central desde los que ejercer su influencia.
Junts sigue pendiente además del retorno de Puigdemont. La ley de amnistía podría ser validada por el Constitucional este verano, lo que le permitiría volver, pero arriesgándose a un ingreso en prisión corto, de algunos días, que el ex president no quiere ni siquiera plantearse en estos momentos. Si regresara, el juez Pablo Llarena lo llamaría a declarar y decretaría su ingreso en prisión mientras da traslado de la causa a la Sala Segunda del Supremo, la de Manuel Marchena, que ha elevado una consulta a la justicia europea sobre la aplicación de la amnistía. Aunque esa respuesta aún no haya llegado, no se podría mantener a Puigdemont mucho tiempo en prisión, ya que se estarían vulnerando sus derechos fundamentales, por lo que sería excarcelado a la espera de la resolución del TJUE. Esos trámites podrían durar unos pocos días y el ex president, por ahora, no está dispuesto a pasar por sus consecuencias. En todo caso, cada vez están más convencidos en Junts de que seguirán manteniendo las negociaciones con el PSOE, aunque a veces se tense la relación, puesto que unas elecciones podrían dejarles sin la valiosa llave que tienen ahora.
Pero una cosa es condicionar a Sánchez, que le proporciona a Puigdemont un poder notable, y otra sostener a Illa, su rival en el principal objetivo de Junts, que es recuperar el Govern de la Generalitat. La prueba de que Puigdemont no está dispuesto a alcanzar acuerdos con el PSC es el rechazo de esta semana a suscribir el Pacte Nacional per la Llengua con justificaciones que nada tienen que ver con un acuerdo que han respaldado entidades de todo tipo. Junts no ha querido darle a Illa una foto de unidad en un tema como éste. La presencia en el acto de Jordi Pujol es también un mensaje muy revelador sobre el rumbo diferente adoptado por el partido de la mano de Puigdemont.
La Faes cree que Illa trata al nacionalismo con “dosis homeopáticas de su mismo virus”Por eso, ERC y los comunes se configuran como la única posibilidad para apoyar al actual president. Al mismo tiempo, es el factor que le impide forjar una política propia distinta de las de su predecesor, Pere Aragonès. Si algo se le ha reprochado al anterior Govern de ERC es su inacción a la hora de tomar decisiones sobre asuntos espinosos. Illa prometió acometerlas, como en el caso de la ampliación del aeropuerto. Pero antes necesita que los republicanos apoyen partidas económicas en el Parlament sin las cuales la maquinaria de la administración se vería seriamente afectada.
Aunque Illa no quiera, el foco de su mandato está en la financiación singular, que forma parte del acuerdo con ERC para su investidura, que tiene que concretarse en la firma de un acuerdo entre los gobiernos central y catalán antes del 30 de junio y que supondrá la creación de una agencia tributaria de la Generalitat cada vez con mayor autonomía. Cuando Mas acudió en 2012 a la Moncloa a pedirle a Mariano Rajoy un pacto fiscal y obtuvo el no por respuesta, el jefe del Ejecutivo argumentó ante el president que no iba a trocear la Agencia Tributaria porque es lo único que funciona bien en España. De todas formas, el pacto de Illa con ERC establece que en 2026 se debería recaudar ya desde Catalunya el IRPF, algo que va a ser difícil de cumplir dada la carencia de recursos humanos y tecnológicos.
La Faes sabe que en los próximos meses ese debate empezará a atraer el foco, conforme se acerquen elecciones autonómicas como las de Andalucía. Sánchez ha convocado la Conferencia de Presidentes el 6 de junio en Barcelona y los barones del PP ya están calentando el debate de la financiación. En su boletín, titulado “Illa y su estadillo”, la fundación habla de “mordida” y critica que los socialistas hayan mantenido las 21 “embajadas” en el exterior. El independentismo solía darles una relevancia casi “diplomática”, pero el PSC sostiene que promueven la cultura y economía catalanas en otros países y que también Andalucía cuenta con 16, por ejemplo. La Faes califica a los miembros del Govern del PSC de “amables normalizadores” que deben “la poltrona a los golpistas de ayer” y califican el “ibuprofeno” administrado por Illa como “la vieja receta para tratar el nacionalismo con dosis homeopáticas de su mismo virus”, a pesar del historial de acuerdos similares a los que llegó Aznar en su día con el nacionalismo catalán.
Punto y aparte Cuando el 'procés' es un sobreentendidoEl diálogo que mantuvieron Artur Mas e Íñigo Urkullu el martes en Barcelona, moderado por Santi Vila, se centró en sus vivencias como políticos y no en la actualidad, a petición de los dos invitados. Ambos comentaron cómo se despertó en ellos la vocación política o cómo afrontaron momentos en los que se toparon con actitudes movidas por la envidia, la ambición desmedida o el odio. Urkullu se confesó una persona politizada desde la adolescencia, mientras que Mas admitió que su interés llegó más tarde y que hoy en día defiende que más allá de la política “hay vida”. Tanto uno como el otro fueron protagonistas del período de auge independentista, pero lo curioso es que la palabra “procés” estuvo prácticamente ausente. Mas se refirió a aquella época en varias ocasiones, pero evitó ser muy explícito sobre el resto de actores políticos y sobre las decisiones que se tomaron. Urkullu, que trató de frenar la declaración unilateral de independencia ya con Carles Puigdemont en la presidencia, no dijo ni una palabra sobre aquel periodo.
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